Tortugas gigantes que mugen como vacas. Lagartos que hacen
flexiones. Iguanas que estornudan, que se oxidan como el hierro. Pájaros que
bailan, que andan a cámara lenta, que chupan la sangre a otros pájaros, que
tiñen sus patas del color del mar, que roban para comer mientras se ríen de sus
víctimas, que se han cansado de volar. Leones marinos que se ‘achuchan’ tumbados
en la playa. Pingüinos que nadan entre arrecifes de coral. Peces con patas y
forma de murciélago. Concentraciones inexplicables de tiburones martillo y
ballena que no se dan en ninguna parte del mundo. Dientes de León que han
evolucionado hasta alcanzar la altura de grandes árboles.
Islas volcánicas que nacen, maduran, envejecen y mueren. Que
captan su propio clima. Que viajan a la deriva por el Océano Pacífico. Conectadas
con el mismísimo centro de la tierra. Fenómenos atmosféricos periódicos (El
Niño se produce cada 3-7 años) que cambian el clima radicalmente.
Hace tan solo 4 millones de años estás islas surgieron del
Pacífico justo donde convergen los vientos alisios y las corrientes marinas templadas
y frías. Sobre la misma línea del Ecuador. A lo largo de este corto periodo,
desde el continente han ido llegando especies. Las condiciones variadas, duras
y cambiantes han acelerado el proceso de evolución y adaptación de la flora y
fauna, creando una multitud de ecosistemas únicos. Un laboratorio de la
evolución donde un rio de lava que separa un territorio puede dar lugar a una
especie nueva en pocos cientos de años.
Darwin llegó a las Islas con 26 años y paso en ellas tan
solo 5 semanas. Con los datos recopilados durante ese tiempo desarrolló una de
las teorías más importantes jamás escritas. La teoría de la evolución de las
especies por selección natural.
Documentales de David Attenborough de 2013:
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